América Latina en el espejo del Caribe: la República de Barbados y Mia Mottley
Barbados es una isla diminuta un poco más pequeña que Cozumel, con una población de 287 mil personas, ubicada a unos 500 km al norte de las costas de Venezuela. La primera impresión que se tiene al aterrizar en el Aeropuerto Internacional Grantley Adams en Bridgetown, la capital, es el de haber llegado a un país con carencias y brechas en desarrollo como es común en las Américas al sur del Río Bravo. Las calles tienen un pavimento deteriorado, no hay grandes obras públicas y en general la infraestructura urbana se ve acabada y sin mantenimiento. El edificio sede de la oficina de la Primera Ministro es un edificio antiguo sin ningún lujo. A simple vista la Isla de Barbados es un destino de playa más, una parada de las grandes líneas de cruceros. Sin embargo, detrás de esta imagen superficial se encuentra un país vibrante y complejo, del cual tenemos mucho que aprender.
Decía mi abuela que el dinero tenía que gastarse en cosas que nadie te puede quitar. Barbados siguió al pie de la letra esa receta de la abuela y puso como una de sus prioridades la educación. Barbados tiene una población altamente educada con una tasa de analfabetismo prácticamente igual a cero. La educación es universal y gratuita hasta el equivalente de nuestra preparatoria. El territorio del pequeño país alberga 11 instituciones de educación superior. La Universidad de las Indias Occidentales, la cual se clasifica entre las mejores 21 universidades de América Latina y el Caribe de acuerdo al ranking de The Times Higher Eductation, tiene un campus en la isla.
La alta escolaridad del país y la formación de cuadros profesionales altamente capacitados permite a Barbados el poder materializar lo que ha sido por años el sueño de América Latina: la diversificación económica y el desarrollo de industrias de alto valor agregado. Sin duda el turismo continúa siendo una actividad relevante – previo a la pandemia este representaba el 17.5% del PIB- sin embargo, ahora la economía alberga una pujante industria orientada hacia la exportación de servicios de alto valor agregado. Al hablar de exportación de servicios, lo primero que viene a la mente es un call center en Asia con empleados mal pagados trabajando en atención al cliente. Sin embargo, el nivel educativo de Barbados, le permite alejarse de esta imagen. La industria de los servicios en el país caribeño se especializa en modelos de negocios que requieren formación técnica y profesionales tales como servicios de contabilidad, legales, médicos y procesamientos de datos. Asimismo, el país se ha planteado como meta el impulso de industrias relacionadas con las ciencias de la vida y biotecnología.
Barbados se encuentra bien comunicado con las grandes economías del mundo. Tiene vuelos diarios directos a Miami, Toronto y Londres. Una red de fibra óptica de alta velocidad conecta a la remota isla con el resto del mundo. Lo más sorprendente es que Barbados decidió no ser un paraíso fiscal como muchos otros países en la región. El país cumple con la regulación internacional sobre lavado de dinero y terrorismo, además de contar con tratados de doble tributación con prácticamente todas las grandes economías. Barbados no es un lugar para piratas, es un destino donde las inversiones que contribuyan al desarrollo nacional pueden florecer con una visión a largo plazo.
La joven nación no llegó a esta situación por arte de magia, al contrario, ha pasado por un difícil trayecto. Apenas en 2019 el país estaba al borde de la insolvencia, agobiado por créditos impagables cuando negoció una innovadora reestructura de su deuda pública con el apoyo del Fondo Monetario Internacional. Christine Lagarde, al tiempo Directora Gerente del fondo, accedió a un paquete de reestructura alejado de los préstamos tradicionales que imponen austeridad a rajatabla sobre los países, mermando las capacidades del estado. Barbados se comprometió a incrementar sus impuestos y reducir algunos rubros de gasto; sin embargo, a cambio mantendría la libertad de contratar y mantener los sueldos de los funcionarios del estado que dan vida a los servicios públicos. Asimismo, se negoció una innovadora cláusula que permite la suspensión del pago de la deuda en automático en caso de que un huracán devastador golpee a la isla.
El artífice de este milagro es la Primera Ministro Mia Amor Mottley, graduada de la London School of Economics, uno de esos liderazgos que posiblemente ocurran solamente una vez cada generación. La primera mujer en asumir este cargo tiene una claridad, dirección y valor que urgen no solo en nuestra América Latina sino en todo el mundo. Mottley ha entendido que los grandes temas globales afectan directamente a la realidad de su país, y ha decidido que su pequeña nación no se quedará cruzada de brazos esperando a que las grandes potencias decidan la dirección del mundo. Basta decir que el Cambio Climático y el incremento en la frecuencia y gravedad de las tormentas en el Caribe es la causa directa del aumento de la deuda pública y la crisis fiscal que sorteó el país apenas hace tres años.
¿Cómo hacer visible la voz de una pequeña isla en el Caribe? Barbados nos da una lección magistral, a través de una política exterior activa que ha sido capaz de construir un liderazgo regional en el Caribe, así como alianzas estratégicas con los grandes actores globales, así como en África. Para darse una idea detrás del efecto Mottley, hay que ver su intervención en la Cumbre de las Américas de Los Ángeles en junio pasado, donde hizo lo que ninguna de las potencias regionales se atrevió: poner sobre la mesa los grandes temas globales sin ningún complejo y confrontando de frente al secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken, sobre la exclusión de la cumbre de los que piensan diferente.
¿Qué puede enseñarnos esta joven nación al resto de la América Latina? En el plano económico sin duda que la única forma de diversificar e incrementar el valor de la economía es a través de la inversión en la educación. En cuanto al manejo de las finanzas nacionales, que la prudencia fiscal no es dejar de gastar y cumplir a rajatabla con una austeridad dogmática, sino invertir los escasos recursos públicos en lo que realmente nos deje algo y nadie nos pueda quitar. Finalmente, en el plano internacional, que no hay naciones pequeñas, sino líderes pequeños, y en el caso particular de México, que ese horrendo mito nacional sobre una política exterior neutral y apática, lo único que hace es excluirnos de las grandes decisiones que se están tomando en el mundo.