Diabetes tipo 2, una enemiga de cuidado
Estamos ante una enfermedad crónica, progresiva y grave, muy ligada a dos factores de riesgo que crecen: la edad avanzada de la población y la obesidad.
Hay que cambiar el discurso, porque la diabetes tipo 2 no es la buena, también es mala. Se trata de una enfermedad crónica, progresiva y grave, que va en aumento porque está muy ligada a dos factores de riesgo que crecen: la edad avanzada de la población y la obesidad, motivo por el cual ya la padecen también niños y jóvenes.
Los síntomas pueden ser menos marcados que otras diabetes, de ahí que puedan pasar años sin que el paciente se entere y dar paso a una situación de hiperglucemia crónica que eleva el riesgo de padecer complicaciones en los ojos, riñones, nervios o el corazón.
La característica principal de esta enfermedad crónica es la presencia de unos niveles de glucosa en sangre elevados debido a la resistencia del organismo ante la insulina, lo que hace que aunque esta hormona esté presente en la circulación, las células no puedan utilizarla adecuadamente para introducir el azúcar en su interior.
Las principales causas de la resistencia a la insulina son la falta de actividad física y la acumulación de tejido adiposo, por lo que el exceso de peso y el sedentarismo parecen ser los principales factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad.
Cansancio. Es el síntoma más característico de las personas con diabetes tipo 2, debido a que las células del organismo no pueden obtener la suficiente glucosa para convertirse en energía. Esto conduce también a fatiga e irritabilidad.
Infecciones frecuentes. También pueden contraer infecciones de repetición, sobre todo de la zona genitourinaria o de los aparatos respiratorio y urinario o en las encías o la piel.
Hormigueo o entumecimiento en manos y pies. La mala circulación repercute en los nervios causando una neuropatía y se puede notar una pérdida de sensibilidad o entumecimiento en pies o manos.
Visión borrosa. Los altos niveles de glucosa en sangre modifican el líquido intraocular causando una inflamación de la retina que provoca dificultades para ver de forma nítida.
Cortes y hematomas. Los cortes y las heridas pueden tardar más en curarse como consecuencia de los niveles altos de glucosa en la sangre.
Otros síntomas que pueden aparecer, según la Federación Española de Diabetes, son la necesidad de orinar de forma frecuente; sed extrema o polidipsia y hambre extrema.
Hipoglucemias. Las hipoglucemias se caracterizan por las bajadas de azúcar en sangre. Es uno de los principales riesgos del tratamiento con insulina.
Los niveles bajos de azúcar, por debajo de 70 mg/dl, suelen provocar síntomas de debilidad, palidez, ansiedad, mareos y vértigos, temblores, y en ocasiones, hasta palpitaciones y convulsiones, llegando a la pérdida de conocimiento en los casos graves.
Entre las causas de las hipoglucemias en diabetes tipo 2 se encuentran haber eludido alguna comida, haber reducido de forma excesiva la ingesta de hidratos de carbono, haber practicado ejercicio físico muy intenso o, en caso de ser un paciente tratado con insulina, haber administrado dosis no adecuadas.
Hiperglucemias. La persona con diabetes tipo 2 deberá controlar bien su alimentación y cumplir con el tratamiento estipulado por el médico para evitar la subida de los niveles de azúcar o hiperglucemias.
En estas situaciones los niveles elevados superan los 250 mg/dl, aunque depende de cada persona. Entre sus causas se encuentran la ingesta excesiva de hidratos de carbono en una comida, una insuficiente administración de insulina, infecciones o baja actividad física. Si los niveles de glucosa son muy altos se pueden producir cetonas, con síntomas como náuseas, vómitos, cansancio, aumento de las ganas de orinar, sed y hambre extrema, dolor abdominal o visión borrosa.
Si el paciente nota somnolencia, respiración profunda y latido rápido, debe acudir lo más rápido posible a urgencias, ya que podría producirse una cetoacidosis, que puede derivar en coma diabético.