Franco Escamilla y Gaby Salazar: así ha cambiado con los años la pareja de los nueve pesos
El amor entre el comediante y su esposa cumplió 20 años el pasado mes de febrero
“Gracias por permitirme ser parte de esta noche, pero sobre todo por permitirme vivir tu sueños, por ser el hombre que pudiera tenerlo todo y a pesar de ello me sigues eligiendo a mi”, con esta frase Gabriela Salazar dedicó un tierno mensaje a Franco Escamilla en el que reconoció el amor que han sentido el uno por el otro, en febrero de 2020.
Ya son dos décadas que la pareja ha estado junta. De acuerdo con la esposa del titular de “Tirando Bola”, su historia inició con unas galletas, aunque no ha detallado hasta el momento la anécdota detrás de esto, aunque lo que sí ha reiterado en varias ocasiones es la forma en la que Escamilla la hace sentirse como novia enamorada cada día.
“Te amo de aquí a Querétaro con frío y con sueño, siendo músico, comediante, actor, freestyle o cantante de la Rosa náutica”, escribió en uno de sus muchos estados dedicados al también cantante.
Una prueba de amor eterno
Al respecto de la Rosa náutica, la anécdota es bien conocida por los fans del comediante, ya que la ha contado en “La entrevista con Yordi Rosado”, con Roberto Martínez, en “La Mesa Reñoña”, en “Tirando Bola” y cualquier otro lugar donde se le pregunta sobre esta historia.
De acuerdo con Franco, a Gaby la conoció cuando era parte del coro de una iglesia. En ese entonces, ella salía con otro muchacho, por lo que únicamente eran amigos. Tras varias salidas comenzó a confundirse por no saber lo que sentía por ella y porque además él tenía una novia.
“Un día voy por ella a su casa y cuando pasa por ella se cae y no me río. Por Dios santo, no me reí cuando se cayó y eso me vuela la cabeza”, esto narró el también conductor, le hizo saber que quería estar con ella. Sin embargo, la confirmación de que no había ninguna mujer más perfecta para él fue la conocida anécdota de los nueve pesos.
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En ella, el humorista cuenta que ya siendo novio de la psicóloga la invitó a salir un día. Le advirtió que no llevaba dinero encima, pero al notar que llevaba la guitarra consigo, le pidió que lo acompañara al restaurante La Rosa Náutica. Su plan era que ella lo esperara en el automóvil, mientras que él cantara unas canciones y después pedir unas monedas entre las mesas para tener con qué llevarla al cine o a comer tacos. Pese a esto, ella se metió al establecimiento con él y lo vio mientras interpretaba las piezas musicales.
“Se mete, se sienta a una silla a un lado de la caja y me vio cantando entre las mesas, pidiendo dinero y no me dejó. Chingo de viejas hubieran dicho qué hueva con este güey y me acuerdo ese día decirle “no sé qué va a ser de mí, pero quiero que estés tú ahí. Si un día gano 10 pesos, nueve son tuyos. Se la mantengo”, fue la manera en la que contó la anécdota por primera vez.
Un matrimonio con sacrificios
La relación siguió avanzando al punto de que ambos se casaron en 2007. La carrera de Franco comenzaba a despegar, pero aún así su boda fue en uno de los establecimientos en los que llegó a trabajar: el bar Merequetengue. La relación entre Gaby y Franco inició el 5 de febrero de 2001, o al menos es la fecha en la cual celebran su aniversario.
Las giras del encargado de hacer reír a la gente con giras como “RPM”, “Payaso” y recientemente “Voyerista auditivo” hicieron que la pareja pasara menos tiempo junta, pero esto no importó pues su amor se fue consolidando día a día y el artista siempre ha buscado las formas de llegar a su mujer.
“También veo el sacrificio de no ver a mi marido en muchos días para que vaya a repartir su alegría a muchos lugares, verle agotado de viajar, enfermo y como quiera hacer shows, extrañarlo en un país distinto del que 37 años de mi vida fue mi hogar”, contó en una de sus publicaciones del 2020.
La familia de ambos creció en 2011, cuando Rodrigo llegó a la vida de ambos. El niño de ahora 10 años de edad se ha convertido en uno de los motivos por los cuales la pareja sigue adelante. Su madre lo define de la siguiente manera:
“Mi amor a primera vista, el niño mas tierno y con gran corazón, el que me hace reír con sus ocurrencias y sus caras, el que siempre tiene un beso y un abrazo para mi, el que me toma de la mano y me cuida”.
Azul llegó unos años después, un 27 de agosto. Sobre ella dijo en uno de sus cumpleaños que fue “la que me estrenó como mamá, con quien aprendí todo de cero y con quien sigo intentando, la que es igual que yo, y no tengo palabras para agradecer a Dios por permitirme ser su mamá”.
Ambos crecen a lado del otro
En 2004 Gabriela terminó la carrera de Psicología en la Universidad Autónoma de Nuevo León; sin embargo, como ella misma confesó en su cuenta de Instagram, la falta de dinero de su familia evitó que pudiera pagar su título. Tras años de trabajar no pudo reunir lo suficiente.
Tener dos hijos, casarse con el comediante y ocuparse de su familia ocasionó que este plan se aplazara durante varios años. En julio de 2019, la mujer por fin pudo liquidar esta deuda que tenía consigo misma y ahora es una licenciada hecha y derecha, aunque de esto le queda un único lamento.
“Lo único que me duele es no habérselo entregado a mi papá QEPD, pero sé que desde el cielo él está orgulloso de mí”, escribió en su cuenta.
A la par, Franco siempre ha agradecido a su mujer por ocuparse de la casa, a ayudarlo a administrar varios asuntos de sus negocios e inclusive a contarle anécdotas que termina incluyendo en sus chistes y decirle cuáles no debería expresar.
La pareja pasó de no tener con qué pagar unos tacos o un título universitario a disfrutar una vida cómoda, pero sostenida con mucho trabajo, a apoyar a otras personas que en ocasiones no les han pagado de buena forma, a viajar a diversas partes del mundo, pero, sobre todo, a seguir compartiendo un amor que solamente se puede tener cuando se encuentra un alma gemela a la suya.
Fuente: El Heraldo