La cooperación cultural entre Europa, América Latina y el Caribe
sta semana el Instituto Nacional de Bellas Artes y la EU-LAC (la Fundación que articula los esfuerzos de cooperación entre la Unión Europea y los países de América Latina y el Caribe, con sede en Hamburgo) organizaron un seminario de dos días en la ciudad de México para discutir el futuro de nuestra cooperación cultural. Presento en esta entrega un resumen de mi participación.
1.
Hay dos aspectos del panorama presente de nuestra región que deberían estar al centro de la conversación cuando hablamos de actualizar los conceptos y las estrategias de la cooperación cultural entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea: el de la enorme desigualdad y los elevados índices de pobreza que padecemos de este lado del Atlántico, y el de los alarmantes niveles de violencia que enfrentamos en nuestros países, donde el tejido social ha sido desgarrado en las últimas décadas. No hay espacio aquí para documentar con cifras esta realidad apabullante, pero es sabido que somos la región con mayor desigualdad y la más violenta de todas.
Tendrían pues que estar estos dos aspectos al centro de la conversación, porque creemos firmemente que desde la acción cultural puede efectivamente generarse un cambio sustantivo, sistémico y verificable en ambos casos. Lo sostenemos por igual latinoamericanos, caribeños y europeos.
Decimos de manera insistente que la cultura es un motor de desarrollo económico, de generación de empleos y combate a la pobreza, y decimos también una y otra vez que es un vehículo para la paz y la cohesión social, pero no hemos generado -o no utilizamos con suficiencia- los instrumentos para demostrarlo de manera irrebatible. Todo parece indicar que desde la gestión cultural en América Latina y el Caribe no le estamos dando batalla a estos dos viejos enemigos: la pobreza y la violencia, con lo cual no contamos con la evidencia suficiente que respalde nuestras más firmes convicciones. Es aquí donde se presenta un campo de oportunidad para revisar a fondo lo que en materia de cooperación cultural hemos venido ensayando entre las dos regiones en los últimos años.
2.
Al reconocer a la cultura como bien público que facilita e impulsa al desarrollo sostenible, o mejor dicho para explicar por qué lo es, Mondiacult 2022 reiteró lo que desde el sector cultural ya sabíamos o creíamos saber, pero no así los responsables de las finanzas públicas o los tomadores de las grandes decisiones en los gobiernos y en el sector privado. Por lo menos en cinco momentos de la Declaración Final, se habla: “del nuevo impulso otorgado a la función de la cultura para el desarrollo sostenible, la paz, como motor de resiliencia, inclusión y cohesión social, protección del medio ambiente y crecimiento sostenible e inclusivo”.
Pero más adelante, y aquí es donde me parece que viene la parte más interesante de la Declaración, se afirma que es necesario “coordinar, fortalecer y desarrollar instrumentos y mecanismos para el análisis y la medición, integrados a la cultura y sus repercusiones en el desarrollo sostenible”.
Es decir, que el reto actual no es tanto reconocer las aportaciones de la cultura al DS como tener la capacidad de demostrarlo. Sería extraordinario impulsar modelos de cooperación cultural entre ambas regiones dirigidos especialmente al combate a la pobreza y la restitución del tejido social, impulsado por los gobiernos e instituciones culturales de nuestros países, pero en asociación con organismos y agencias especializadas, ONG´s, y todos los nuevos actores que aparecen en la escena, incluyendo al sector privado y las universidades. Todo ello sin dejar de acudir a las herramientas que nos permitan demostrar que dichos proyectos produjeron un cambio real, verificable y duradero.
3.
En mi experiencia previa al trabajar durante seis años para el British Council en México, aprendí la preocupación de mis colegas británicos por desarrollar herramientas de medición y evaluación de sus proyectos culturales, la necesaria combinación de datos cuantitativos y cualitativos para justificar los recursos invertidos en cada proyecto, y demostrar que valió la pena, o no, el haberlos impulsado.
Otras agencias culturales europeas han desarrollado instrumentos similares de medición. Hay todo un nuevo campo de saberes teóricos y metodológicos para medir el impacto de los proyectos culturales. Los han desarrollado lo mismo universidades, agencias e instituciones culturales europeas, organizaciones no gubernamentales e incluso hay despachos privados especializados en esta materia.
Uno de los retos de la evaluación del impacto de proyectos culturales es que puede necesitar de un largo periodo de tiempo para recabar la evidencia que se busca, y que dicho plazo -tres cinco, diez años o más- suele rebasar los tiempos políticos y administrativos de nuestros gobiernos. El largo plazo no es posible cuando se tienen que rendir cuentas y demostrar resultados antes de la próxima contienda electoral. Por eso, una ventaja adicional de impulsar proyectos de cooperación en esta materia con las agencias europeas, es que se puede asegurar la continuidad de la medición a mediano y largo plazo.
4
Se ha planteado con cierta razón que en la actualidad la cooperación cultural internacional ha dejado de tener como prioridad única la movilización gubernamental de artistas, instituciones y educadores para su acción exterior, para poner el foco en muchas de las preocupaciones humanitarias mundiales. Sin embargo, no estoy seguro que así se esté verificando en la práctica.
Acabamos de tener hace unos días dos actividades culturales europeas en México que se inscriben más bien en esa práctica tradicional de la movilización intensiva de artistas para grandes y pequeños eventos culturales, como forma dominante de la cooperación cultural. La participación de la Unión Europea como invitada de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y la edición 26 del Festival Eurojazz en la Ciudad de México, son dos ejemplos muy recientes de la puesta en práctica de un modelo de cooperación cultural centrado principalmente en la movilización de sus comunidades creativas.
Son dos acciones sin duda atractivas, disfrutables y valiosas en muchos sentidos, pero no estoy seguro que participen de manera directa en la construcción de una nueva agenda colaborativa entre México y la Unión Europa, que aproveche la transversalidad de la cultura para incidir en los temas globales vinculados al desarrollo sostenible.
Por lo menos en el caso de México, las acciones de promoción cultural que impulsa la secretaria de Relaciones Exteriores se constriñen básicamente a la organización de eventos, es decir, exposiciones, conferencias, conciertos, pero sin poner el acento en asociaciones de largo plazo y relevantes en términos de su impacto social. (Un caso aparte es el de la AMEXCID, nuestra agencia de cooperación que goza de un estatuto legal diferente al del resto de la cancillería).
5.
Desde el British Council me tocó precisamente impulsar desde cero la participación del Reino Unido como país invitado de honor en la edición de 2015 de la Feria del Libro de Guadalajara. Representó un esfuerzo enorme, para el que se realizó una inversión de recursos formidable y fue sin duda un evento magnífico. Sin embargo, había colegas en Londres que se oponían seriamente a su realización, señalando que no se podía justificar un gasto tan grande si no estaba claro cuál sería su legado a corto, mediano y largo plazo. Consideraban que este tipo de eventos macro difícilmente pueden tener continuidad. Son disparos al aire de una sola vez que concluyen de manera definitiva tras la clausura del evento mismo. Mucho me temo que tenían razón.
La de Guadalajara fue una fiesta muy vistosa, pero un indicador elemental (saber si al menos tras la participación en la FIL aumentó de manera significativa la traducción y publicación de autores británicos en las editoriales hispanoamericanas) arrojó, dos años después, que éstas se mantuvieron exactamente al mismo ritmo y volumen que antes.
Cooperación incluyente, a largo plazo y con impacto social, que incorpore a los nuevos actores en la escena y los nuevos temas de la gestión cultural, y que pueda medir sus resultados y demostrar el cambio sistémico que genera, son, según me parece, algunos elementos esenciales para imaginar el futuro inmediato de nuestro diálogo intercultural.