Los retos de Carlos III frente a las excolonias británicas en el Caribe
56 países de todos los continentes integran la Commonwealth o Mancomunidad de Naciones, que reúne mayormente a excolonias o protectorados británicos. Entre ellos, se ubican seis territorios dependientes del Reino Unido y doce países independientes en el Caribe, con una población de 7 millones de personas.
Cuatro son repúblicas. Pero ocho mantuvieron, tras su independencia, a la reina Isabel II como jefa de Estado. Y heredan ahora en ese puesto a su hijo, Carlos III.
Los Gobiernos de al menos cinco de estos ocho reinos caribeños de la Commonwealth han expresado recientemente su voluntad o incluso han iniciado trámites para renunciar a la monarquía, convertirse en repúblicas y elegir a su propio jefe de Estado. Además, exigen indemnizaciones por la esclavitud. Se trata de Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Jamaica y San Vicente y las Granadinas.
«Es importante distinguir entre las islas del Caribe que siguen siendo posesiones de la Corona y los Estados soberanos anglófonos», advierte a DW Laurence Whitehead, politólogo de la Universidad de Oxford. Algunas colonias, como Islas Caimán o Islas Vírgenes Británicas, «tienen muchas inversiones, negocios y ataduras legales realmente importantes». Cambiar de estatus no es tan fácil.
«La ruta de Barbados»
Entre las excolonias, por otro lado, las primeras en convertirse en repúblicas fueron Guyana, Trinidad y Tobago, y Dominica, todas en la década de 1970. Pero el tema cobró fuerza en la región tras la proclamación de la república en Barbados, en 2021.
Desde entonces, se ha propuesto o hablado de celebrar referéndums o consultas al respecto en Antigua y Barbuda, Jamaica, San Vicente y las Granadinas, Belice y Bahamas. Por su parte, Granada, San Cristóbal y Nieves, y Santa Lucía, con movimientos republicanistas activos apoyados por políticos veteranos, no han movido fichas recientes en este sentido, observa el diario británico The Guardian.
Según el politólogo Whitehead, son Antigua y Jamaica «las que tienen más probabilidades de seguir la ruta de Barbados» en un futuro próximo. Y, en ese caso, es más probable que Antigua permanezca en la Commonwealth, y menos que lo haga Jamaica. No obstante, estas serían decisiones «sin grandes consecuencias económicas directas», opina.
La economía y la política
Son naciones «con sus propias elecciones y Gobiernos, que eligen a qué empresas extranjeras invitar y hacer concesiones, o cuáles nacionalizar sin pagar buenas compensaciones, independientemente de si son república o monarquía», sostiene Whitehead, que también es investigador asociado del Instituto GIGA de Hamburgo.
En el plano político, además de elegir a un presidente, que tendría más poder que la actual figura de gobernador, designada por Londres, estos países podrían desligarse del privy council británico, el grupo de consejeros del soberano, como última instancia legal.
Deporte y simbolismo
Aunque, como «aspecto más importante» de la Mancomunidad, Whitehead subraya en la práctica el deportivo: “Muchos dirían que no les molesta ser una república», siempre y cuando el país no abandone la Commonwealth y su equipo de cricket, un deporte particularmente importante en el Caribe, pueda jugar y ganar en los Juegos de la Commonwealth, dice.
No obstante, el académico británico reconoce como «clave» el valor simbólico que tiene para no pocos caribeños «romper completamente con quienes los esclavizaron». Y recuerda que, durante los viajes de miembros de la realeza británica a varios de estos países antes de la muerte de Isabel II, sus líderes reiteraron sus aspiraciones republicanas y hasta hubo protestas populares para exigir reparaciones por la esclavitud.
¿Ni disculpa, ni reparaciones?
«No será bueno para la Corona si Antigua y Jamaica siguen a Barbados y votan por ser repúblicas, pero es algo a lo que sobrevivirá», opina el politólogo de Oxford. Lo que sí cree «improbable» es que el Reino Unido acceda a ofrecer compensaciones económicas o incluso una disculpa oficial por la esclavitud, más allá de reconocer «que fue abominable», como ya hicieron antes de la muerte de Isabel II el entonces príncipe Carlos y su hijo Guillermo en Barbados y Jamaica.
«Concebible» le parece, sin embargo, incluir al Caribe en la devolución de tesoros saqueados, a la que ha accedido su país en los últimos años. Pero hay más que el Reino Unido puede y debe hacer y no ha hecho, dice Whitehead. Y se refiere, sobre todo, a cientos de jamaicanos de la «Generación Windrush», llevados a Inglaterra sin papeles en 1948 para ayudar a la reconstrucción de la posguerra, que han sufrido incluso deportación por las políticas migratorias recientes: «Si vamos a hacer algún esfuerzo serio por corregir los abusos del pasado», dice, «es más importante que paguemos compensaciones a estas personas, que aún están vivas y fueron personalmente maltratadas por nosotros».