#MeToo “rompe fronteras” y llega al ámbito de la ciencia
Además de acoso sexual, las científicas acusan ser víctimas de una distribución desigual de recursos y falta de créditos en las investigaciones
El documental “Picture a Scientist” retoma los casos de científicas e investigadoras que han sufrido acoso sexual en sus espacios de trabajo, como reflejo de un fenómeno que ocurre desde hace décadas. Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg, ya que las afectadas aseguran que en la actualidad todavía son discriminadas, desacreditadas y reciben menos recursos que sus colegas hombres.
El movimiento #MeToo ha roto barreras desde que comenzó con las denuncias al productor de cine Harvey Weinstein, en octubre del 2017. A partir de ese momento, la cultura de la denuncia sumó fuerzas en distintas disciplinas que se unieron a esta lucha. La ciencia se mantuvo en silencio por mucho tiempo más.
De acuerdo con un estudio realizaron por las Academias de la Ciencia, la Ingeniería y la Medicina de Estados Unidos (EU), en junio de 2018, la sociedad científica y los espacios académicos registran la segunda tasa más alta de acoso, sólo por debajo del ejército.
Fue hasta mediados de este año, cuando el astrónomo Geoff Marcy y el biólogo evolutivo Francisco Ayala fueron expulsados por la Universidad de California y la Academia de Ciencias (NAS, por sus siglas en inglés), respectivamente, que las acusaciones dentro del gremio científico empezaron a tomarse en cuenta.
Ahora, los directores Sharon Shattuck e Ian Cheney exponen una serie de casos en su documental más reciente. Nancy Hopkins, catedrática emérita del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), es una de las denunciantes que pueden verse en dicho documental.
La también integrante de la NAS habla de su experiencia con Francis Crick, codescubridor de la estructura del ADN, quien la tocó indebidamente hace más de 50 años, cuando la investigadora era practicante en el laboratorio de James Watson.
“Antes de que pudiera levantarme y estrecharle la mano, Francis Crick cruzó el laboratorio en el que trabajaba, vino hacia mí y me tocó los pechos”, recordó Hopkins.
“¿Qué estás investigando? -prosiguió la científica- me preguntó como si nada Crick, como si haberme tocado los pechos fuera algo normal”.
De esta manera, los creadores de Picture a Scientist -disponible en Netflix- señalaron que el acoso sexual o por razón de sexo afecta a una de cada dos científicas, ingenieras y médicas, expone el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC) en una publicación reciente.
El de Crick no es un caso aislado, otras especialistas han denunciado comportamientos abusadores en ciencia y aseguraron que este tipo de conductas son únicamente “la punta de un enorme iceberg”. Otros de los fenómenos que encierran los laboratorios son los comportamientos sexistas, sesgos de género, y discriminación directa o indirecta.
Las investigadoras denuncian que no son consideradas a participar en congresos, así como la omisión de sus nombres en los trabajos colaborativos. Otras de sus inconformidades tiene que ver con comentarios que denominaron como “denigrantes y humillantes”-
De la misma manera, las científicas acusan ser víctimas de una distribución desigual de recursos y que no suelen ser consideradas para promociones o premios.
“Tanto el bullying como el acoso sexual son comportamientos prevalentes en la academia porque el sistema los sustenta con una estructura muy jerarquizada, donde los de arriba concentran todo el poder. Y a eso se suma que las investigadoras que sufren ese acoso están en situaciones muy precarias (suelen ser estudiantes de doctorado y posdocs) y tienden a no denunciar por miedo a que afecte a sus carreras”, declaró Jessica Wade, física del Imperial College de Londres, a SINC.
La activista se dedica a combatir la falta de visibilidad de la mujer científica en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas o STEM (por sus siglas en inglés), desde 2018. En la actualidad, Wade agrega información diaria a Wikipedia sobre expertas e investigadoras con poco reconocimiento, pero que su colaboración ha sido clave dentro de estas disciplinas.
La experta dijo que la discriminación ocurre como una respuesta natural dentro de los ámbitos masculinizados. Según la Unión Internacional de Astronomía, en la astrofísica solamente un 17 % de miembros son mujeres. Estas cifras tan bajas -agregó- agravan la situación de acoso sexual.
“No sé si de forma consciente o no, siempre he elegido trabajar en entornos más jóvenes y emergentes, en los que hay más paridad, menos jerarquía y es menos habitual que se den situaciones de acoso sexual”, señaló.
Wade reconoció que también existen ejemplos de buenas prácticas, pues hay varias sociedades con códigos de conducta establecidos que ayudan a vigilar, evitar y castigar conductas apremiantes, como es el caso del Observatorio de ondas Gravitatorias por Interferometría Láser (LIGO) y la Sociedad Internacional de Óptica y Fotónica (SPIE).
Fuente: El Universal