Tres cantaoras, del Caribe y el Pacífico, que resguardan la herencia de sus comunidades

La música ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Ya desde hace cientos de miles de años, los humanos fabricábamos instrumentos con huesos, plantas y otros materiales que encontrábamos a nuestro alrededor.

No se sabe a ciencia cierta de dónde proviene ese interés o incluso necesidad, de añadir ritmos y melodías para contar nuestras historias, pero es una de las cosas que nos hacen humanos.

En Colombia, la música no solo ha sido una herramienta para narrar lo que nos sucede, sino para tramitar dolores, compartir alegrías, transmitir tradiciones, rendir homenajes, crear memorias y una infinidad de cosas más.

Ejemplo vivo de ello es, por ejemplo, Ruth Elena Cabezas.

Nacida en Barbacoas, Nariño, La Maestra Ruca, como la conocen en su tierra y como se ha hecho conocer en todo el país, ha compuesto más de mil canciones y con ellas ha transmitido a los más jóvenes de su comunidad los saberes tradicionales de la cultura afropacífica que heredó de sus padres y su abuela.

 “Lo hago porque me gusta la música, me divierte, me entretiene y me lleva a un mundo más seguro, a un mundo más propicio donde siento paz y tranquilidad” afirma la maestra.

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En la costa opuesta, Olivia Gómez, se ha convertido en un importante referente musical y cultural para el municipio de Malambo, Atlántico.

Es barranquillera de nacimiento y “malambera de corazón” y ama todo lo que tenga que ver con arte: música, literatura, narración oral, teatro, danza… en fin. Y ha sido esa pasión por el arte y la tradición que hay detrás de ella en un lugar como el Caribe colombiano la que ha llevado a ocupar importantes espacios en su comunidad.

Tanto así que en la última edición del Festival Decimeros y Bailadores de Cumbia de la región Caribe, por primera vez en 23 años, se rindió homenaje a una mujer, Olivia, por su labor en la transmisión de tradiciones a la población infantil del municipio a través del canto y las artes en general.

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Es exactamente eso, pasar a las generaciones más jóvenes las tradiciones centenarias de los pueblos afro, lo que buscan las mujeres cantaoras de Pogue, un corregimiento de Bojayá en el Chocó.

Y aunque han tenido éxito en su cometido, han tenido que hacerlo sin un espacio específico para ello más allá de la calle o sobre algún bote “porque no hay dónde hacerse en el pueblo”.

De ahí, entonces su interés por crear la Casa del canto, un espacio para preservar la tradición de los alabaos y una sede fija para “reunirnos a hacer los trabajos de ancestralidad y a propagar esta herencia a los niños de nuestra comunidad”.

Encuentre la historia completa en ColombiaVisible Encuentre en Colombia Visible, todos los días, historias inspiradoras que suceden en los 32 departamentos del país, en la voz de sus protagonistas.