Tres prácticas para disminuir el impacto de la salud mental en las empresas
El segundo año de crisis sanitaria ha puesto en evidencia las exigencias que conlleva el teletrabajo en pandemia. Sin embargo, las empresas pueden hacer acciones relevantes para que tenga un menor impacto en sus colaboradores.
Si de algo sirvió esta pandemia es para que todos se acuerden de la salud mental. Si bien los indicadores de diciembre de 2020 muestran ciertas mejoras con respecto a julio del mismo año, evidencian que queda mucho por hacer, especialmente en lo que se refiere al teletrabajo.
Los expertos indicaron que el trabajo es identificado como un factor protector; es decir, las personas ocupadas tenían menos problemas de salud mental. Sin embargo, a fines de 2020 la tasa de estos problemas fue mayor en quienes desarrollaban trabajo remoto versus quienes lo hacían en forma presencial.
Estos problemas se pueden prevenir y para eso es clave conocer las condiciones que promueven un cambio cultural. Las organizaciones pueden poner en práctica acciones cotidianas concretas para disminuir el impacto de la salud mental, con gestos como:
Evitar la exposición al riesgo. En un contexto donde muchos factores parecen incontrolables, las organizaciones tienen la responsabilidad de controlar lo que está a su alcance para evitar el riesgo y así asegurar la salud de los trabajadores, entregando herramientas que faciliten el autocuidado.
Comunicación, vínculo y compromiso. En este último año se han perdido formas de vida, ritos cotidianos que daban certezas a las personas: un café a media mañana en la oficina o una conversación en el ascensor. Los equipos necesitan reconstruir los vínculos entre colaboradores, con el desafío que implica comunicarse a través de medios digitales.
Las empresas necesitan garantizar que las personas tengan un sentido de pertenencia, animando a los líderes y a los miembros del equipo a que se comuniquen regularmente entre sí.
Liderazgo para el mundo laboral post COVID. Hoy más que nunca, los colaboradores necesitan orientación. Eso implica formar líderes capaces de apoyar y motivar en forma remota y que, pese a la distancia, estén disponibles para responder preguntas tanto sobre la crisis sanitaria como sobre las funciones específicas de su labor.
Los líderes son la clave para que los sistemas de gestión de talento funcionen bien, y deben estar capacitados con las habilidades adecuadas para proporcionar empatía, ofrecer apoyo a las personas y alcanzar los resultados del negocio.
Todo indica que las empresas necesitan avanzar con el bienestar en el centro de sus esfuerzos y dar prioridad a las personas, en beneficio de sus propios colaboradores y de la empresa.